
¿Dios no tiene goma?
- Catecismo Digital
- 24 oct 2023
- 4 Min. de lectura
Dios no tiene goma. Así le dijo una pequeña a su hermanito: “pórtate bien Jaimito. Acuérdate que Dios está apuntando todo lo que haces en una libretita; y Dios no tiene goma”.
La niña se refería al borrador que tiene en la parte superior los lápices que utilizamos para escribir desde que comenzamos a ir a la escuela; a este borrador le llamamos familiarmente “goma”. Y la pequeña quería enseñar a su hermanito sobre el temor de Dios. Y a ella seguramente le enseñaron lo mismo, tal vez la abuela, tal vez su madre.
Lo cierto es que si en realidad algo así ocurriera tendríamos que Dios todo lo ve, lo cual es cierto, y las obras buenas estarían escritas en un libro y clasificadas de manera que se pudieran colocar como en una balanza en contra peso con las malas acciones el día del juicio personal ante Dios. Tendríamos que el todopoderoso escribiría en un libro con tinta indeleble, la cual no se podría borrar de ninguna manera, lo que no carece de cierto sentido, puesto que nuestras acciones, una vez hechas, no se pueden deshacer, sólo podemos hacer otras que sean mejores, pero estas últimas no borrarían, en manera alguna, lo que ya hemos hecho.
Así que yo escuché este diálogo de los hermanos y me quedé meditando para mis adentros durante algunos minutos. Y cavilaba sobre estas cosas y al mismo tiempo me veía a mí mismo ante el juicio divino y mis obras anotadas en aquel gran libro de la vida. Lo mismo que mis obras buenas que las malas; y pensaba si mis obras buenas eran mayores que las malas; y así me puse a reflexionar acerca de si estoy preparado para este encuentro con el Señor justo Juez.
A veces es bueno detenerse y meditar acerca de nuestra muerte, como enseñaba san Ignacio de Loyola. Y pensar en si estamos preparados para ese encuentro. Esto es bueno para hacer un examen riguroso de conciencia y ver por dónde van nuestros pasos, si por el camino de la vida o el de la perdición; si vamos por el camino recto o nos hemos desviado poco o mucho.
Y pensaba en aquel lápiz de Dios, que, según la teología de aquella niña, no tiene goma. Y en efecto me daba cuenta de que las obras no se pueden deshacer. El mal hecho ya quedó en el pasado; no podemos abordar una máquina del tiempo para regresar y corregir. No podemos ir tampoco atrás en el tiempo para hacer el bien otra vez. Lo que podemos es hacer el bien el bien en le presente y tener disposición de hacer sólo el bien en el futuro, en cada momento. El lápiz de Dios no tiene goma; si esto es así, a muchos nos espera un severo juicio.
¿Cómo escapar al juicio divino y a la mirada de Dios que anota todo en el libro de la vida? Y mientras pensaba en estas cosas me di cuenta de que, en efecto, usando alegoría de la goma, el lápiz, y el libro, no se puede tal vez borrar lo hecho, pero sí se puede escribir una nueva historia, se le puede dar vuelta a la página; no se comienza otra vez: pero si se recomienza. Si el juicio es justo, entonces también deberán contar las nuevas cosas, donde no se tendrá la necesidad de usar goma, puesto que será una bella historia de amor.
Y luego me di cuenta de una verdad: creo que Dios sí que tiene borrador. Afortunadamente contamos con él. Son los sacramentos, y en particular, la reconciliación. Ese el borrador. Es cierto que las obras buenas o malas ya están hechas cuando las hemos cometido o realizado, y no se pueden borrar; pero si las culpas cuentan, los méritos también pueden contar. Recuerdo unas palabras de Biblia: “las buenas acciones a favor de nuestros padres se tomarán a cuenta por nuestros pecados” (Eclo 3,14).
Si Dios no tuviera goma, ¿qué sería de nosotros? Sabemos afortunadamente que Cristo pagó por todos. Que las manchas del pecado se borran con la sangre de Cristo. Recordemos también estas otras palabras: “ los que blanquearon sus vestiduras con la sangre del cordero”, en el Apocalipsis (cfr. 7,14). También traigamos a la memoria muchísimos episodios en la Sagrada Escritura que nos hablan de la importancia de la conversión. Sino pudieran borrarse las culpas serían inútiles todas estas enseñanzas. Lo que Dios espera de nosotros es justamente que nos arrepintamos y cambiemos de vida, eso borra las culpas. Y recordemos esta otra nota: Jesús perdona los pecados; pero además, le dio a sus Apóstoles la facultad y el mandato: “a los que le perdonen los pecados, les quedarán perdonados” (Jn 20,23).
Las obras hechas ya están consumadas; es cierto que ya están hechas, ¿cómo borrarlas? Lo que sí se borra son las culpas por haberlas cometido.
Algo así como el delincuente que ha cumplido una condena y sale en libertad: nada le quita haber sido un delincuente, pero ya nada debe a la sociedad. Esa es la goma. Eso es el borrador. Ya no tiene de qué avergonzarse. Sólo le queda cambiar, ser útil a la sociedad y no reincidir.
Si pensamos estrictamente como esta pequeña es probable que nos llenemos de escrúpulos, de traumas y no podamos llevar una vida tranquila. Creer esas cosas nos quitarían la libertad, de tal manera que nuestra voluntad quedaría condicionada. Y, ¿qué es un hombre sin voluntad?
Así que, amigos, Dios sí tiene goma. Qué maravilla. Esto nos alienta la confianza. Nos orienta a hacer santos, a responder positivamente a nuestro buen Dios. Saber que siempre podemos retornar a él es gratificante. Sólo nos falta hacerlo: regresar al amor de Dios. No se trata de manipular las verdades; no es el camino correcto caer en el polo opuesto de la niña: creer que como Dios perdona todo, entonces pecar o no pecar es indiferente, pensando que al final seremos perdonados; no. Por el contrario, sabiendo que Dios sí tiene manera de borrar la culpabilidad, tratemos de evitar el necesitar de esto, y que si por debilidad humana o por cualquier circunstancia llegamos a caer y a perder la gracia, ahí está nuestro buen Jesús esperándonos para darnos el perdón, para devolvernos su amistad y algo realmente asombroso: la alegría de la salvación.
Así que, amigos, lamento contradecir a aquella pequeña a quien escuché decir esta doctrina errónea: Dios, para fortuna nuestra: sí tiene goma.
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