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¿Por qué la Iglesia no se “actualiza”?




Son bastantes los comentarios, críticas y cuestionamientos que muchos jóvenes hacen acerca del porqué la Iglesia no cambia, no se “actualiza”,no está “a la altura de los tiempos”. Pero hay que ver que sus exigencias casi siempre son en temas como el aborto, la sexualidad, las modas, los vicios... en fin, en cuestiones sobre todo de moral. Y si tomamos en cuenta que los criterios en los que se basan son los mismos que rigen la ideología consumista y sexista moderna, dejan mucho que desear en cuestión de seriedad.



Y aun así dirán algunos: “pero si todo cambia, ¿por qué la Iglesia no lo hace también? ¿Por qué no deja de ser obsoleta y anticuada?” Y claro que se entienden tales exigencias, claro que la Iglesia necesita renovarse constantemente para responder con eficacia a las necesidades de todas las personas. Pero, ¿no será que los que piden cambios lo hacen sólo para justificar su ignorancia, sus desviaciones, su egoísmo y sus intereses perversos? Ante esto hay que distinguir varios elementos que nos permitan aclarar las cosas:



1)El cambio. Es natural, siempre se da, es necesario. El problema actual es que nos hemos obsesionado con esto, queremos que todo sea siempre diferente, siempre novedoso y hemos caído -como dice el Papa Francisco- en una cultura del descarte: todo es desechable, nada es duradero. Y no solo en lo material, también en los espiritual, moral y afectivo: sentimientos fugaces, voluntad inestable, relaciones interpersonales light, fe de convivencia, etc. Nada vale para siempre ni para todos.



2)Lo estable. Hace falta reconocer que no todo es pasajero, hay cosas que no deben cambiar porque sin ellas todo se viene abajo. Hablamos de los ‘valores universales’, aquellos como el respeto, la libertad, la paz, la bondad... que en todas las sociedades son puntos de encuentro y riqueza entre sus miembros. Hablamos de la ‘persona humana’, que no es instrumento de otros sino un igual a los otros, imagen de un único Dios (cfr. Gn 1, 26-27). Hablamos, sobre todo, de la verdad, que no es individual ni subjetiva, sino única, objetiva y universal, accesible a todos y guía de todos.



3)Plan de Dios. La Iglesia, que es la familia de Dios, tiene su principio, su sustento y su finalidad en Él. Dios quiso llamar a un pueblo y hacerlo suyo: «Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios» (Ex 6, 7). Y, por tanto, ella camina como Dios le indica, a Su modo y no al nuestro. ¿O será que por sus propias fuerzas haya podido mantenerse en pie estos dos mil años? ¿Será que algo tan equivocado y obsoleto -como afirman algunos- perdure tanto? ¡Claro que no!



4)Misión de la Iglesia. Ya que ella tiene por encomienda «hacer brotar y crecer en todos los pueblos el reino de Dios, que ha comenzado ya con Jesús» (Youcat # 123), proclama ‘todo y solo aquello’ que ha recibido de Dios, manifestado plenamente en la Persona de Jesús. Dicho de otro modo, la Iglesia predica a Cristo, que es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6).



En conclusión, la iglesia no puede decir nada diferente simplemente porque no tiene nada más que decir, su Mensaje es Dios mismo, y él no cambia. No puede renovarse bajo los criterios presentes, porque su novedad es Jesús, y es Él quien hace nuevas todas las cosas (cfr. Ap 24, 5). En todo caso, no toca a nosotros trabajar y orar para que los que somos Iglesia -todos los bautizados- seamos coherentes al Mensaje y fieles a esta única misión: “anunciar a Jesús con alegría y sencillez”.



 
 
 

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